*fragmento de catarsis
Camino al abrazo de Naila, la conciliación de otro año de turbulencias, sobrevivido en el acune de los amores más hermosos, amistades de mujercitas del mundo que contienen, nutren, sostienen. Acompañando los pasos la Cho, maestra compañera de infancias, una vida de disfuncionalidades, más luego la exigencia, hoy en día vislumbrar la paz, la seguridad, la fe, que se construye, se elige. En el fondo último la certeza de que la vida no era la sensación de individualidad atemorizada ante la polaridad de existencia y vacío, si no el continuun de formar parte de una organicidad milagrosa, belleza superior del suspiro del bosque, dejarse diluir en la aceptación de lo que toca alquimizar.
La lágrima se desliza una por esta piel sagrada que nos habilita la aventura de sentir. En el desborde de la sobreestimulación de la mente, la proyección del trauma y el miedo, nos rescata la suavidad de reposar en el alivio de la compasión. En la humildad reconocemos que no hacía falta más que la caricia del cuidado que nos merecemos todos los colegas de encarnados en este plano.
Brindo porque tengamos colmados de amor los cuerpitos, que no pase desapercibido en este caos que es orden e inevitablemente del otro lado nos encuentra como un todo. Que podamos conmovernos porque existe entre todo el horror el bálsamo de una caricia llena de ternura, un aliento y empujoncito en la noche más oscura:
“-Me voy a Córdoba” me dijo la Nai, cuando supo antes que yo que en esa red de manitos que aman me iba a salvar.
Gratitud.