Mi primer recuerdo consciente de haber decidido estudiar Ciencias Políticas es el de haber anhelado entender las estructuras que hacían accionar al mundo y a partir de este conocimiento pensar las posibilidades de transformación de la realidad, desde una visión más clara sobre el funcionamiento del poder y las instituciones.
La decisión me hizo descubrir que si bien la academia es un paraguas legitimador muy potente, muchas veces no tiene el saber, la práctica, el compromiso y sobre todo el poder suficiente como para generarlos. Algunos discursos se reproducen, otros se censuran; el eurocentrismo, elitismo y las prácticas endógenas de la institución pervierten lo que podría ser una herramienta de cambio positivo para nuestras comunidades. Pero ¿esto no sucede en todos los ámbitos?
Vivimos en una realidad en la que nadie es consciente de cómo son las reglas del juego, de lo que nosotros mismos como especie animal artificiamos. Hemos creado sistemas políticos y económicos que no entendemos ni podemos resolver en su pésima performance, con perjuicio del medio ambiente, desigualdad, pobreza, criminalidad ¿Acaso es el acceso universal a la salud, la educación y ambiente sano una posibilidad para nosotros los humanos, que tanto desarrollo y avance tecnológico hemos logrado? Pareciera que hablamos de utopía o idealismo cuando intentamos pensar real y empíricamente tales supuestos de vida digna y existencia pacífica.
En nuestro mundo occidental patriarcal capitalista globalizado, pareciera que todo lo que construimos se hubiese “desenvuelto” de maneras que nos envenenan, nos confunden y nos explotan. La producción y consumo alimenticio, la especulación financiera mundial junto a la extrema precarización laboral, el bombardeo marketinero y publicista junto a la farándula, el vacío existencial y la industria farmacéutica, la criminalidad fanática y organizada, la riqueza concentrada anónimamente en señores del mundo, les niñes, mujeres y pueblos marginados y en situación de pobreza estructural, ¿cómo puede ser que todo funcione tan perfectamente mal?
Creo que mi principal inquietud sobre el entendimiento del mundo en el que vivo me llevó a percibir que la intención de querer saber cómo funciona el sistema y qué poder hacer para mejorarlo, lejos de ser una cuestión académico-tecnicista, es una postura disruptiva, radical y hasta peligrosa, ya que el saber, el conocimiento y la conciencia están intencionalmente alejados del alcance de las personas comunes y corrientes. La información pareciera haberse convertido en una de las herramientas más poderosas, no sólo porque es inaccesible la comprensión sobre cómo funciona el sistema, y quién sabe y entiende tiene ventaja sobre todes les demás, sino porque cualquier movimiento de alguna ficha del tablero, está registrado y al alcance de quien pueda comprarlo. Le llaman Big Data. La desigualdad en términos de conocimiento inhabilita a las personas a actuar racionalmente, tal cual los economistas ortodoxos “suponen”, la falta de información genera posiciones de poder prácticamente intocables. La información, la concentración de la riqueza, ¿de qué más se están adueñando las corporaciones, los beneficiarios que sostienen y defienden la estructura de la realidad que habitamos? Sí, de nuestra magia, nuestra consciencia y nuestra ética. Es “poco serio” pensar en esos términos y agradezco a los movimientos contemporáneos que colectivamente enuncian: lo poco serio es que piensen que nos vamos a seguir creyendo sus mentiras.
Principalmente, desde el feminismo, el cambio estructural de paradigma nos salva de la construcción del hombre blanco heterosexual fuerte y conquistador, pero en muchas de sus ramas, nos salva también del positivismo racionalista tecnicista. No necesariamente desde una contracara que se muestre como pura y mejorada, si no desde la crítica, cuestionamiento y deconstrucción de los valores, comportamientos y patrones que perpetúan y reproducen el sistema que hoy en día nos destruye: el de la calculabilidad capitalista.
En contacto con movimientos sobre la reflexión del cuidado del medio ambiente, la producción agroecológica de alimentos, las condiciones de abuso de los seres vivos en productos derivados de animales, la reivindicación de saberes ancestrales de pueblos originarios, el feminismo no sólo cuestiona las bases simbólicas del sistema patriarcal, extractivista, especulador y abusador, sino que nos permite generar plataformas colectivas de construcción de conocimiento, información que se masifica gracias al movimiento.
Esto me hizo reconocer que ha sido censurada un saber mucho más poderoso e íntimo que el del funcionamiento de las instituciones y la economía: el de nuestra conciencia. No sólo desconocemos el funcionamiento del mundo externo, desconocemos el funcionamiento de nuestro mundo interno: nuestra espiritualidad, nuestro poder creador mágico se reduce a relatos de chamanes en la Sierras de Córdoba y “creer o reventar”. Con el feminismo no sólo tomamos consciencia de lo mal que funciona el mundo externo, sino de la necesidad de que cada persona esté dispuesta a deconstruirse internamente y a accionar desde el compromiso ético de hacerlo de manera armónica y responsable con el entorno, algo que ya casi no existe en nuestra cotidianeidad.
Nuestro trabajo entonces es preguntar, cuestionar, criticar pero sobre todo, reencontrarnos con la profundidad amorosa, la oscuridad temerosa del inconsciente, el compromiso ético por un mundo mejor. Animarnos a preguntarnos todo aquello que no es legítimo preguntarse desde el racionalismo iluminista cientificista, sabiendo que ese paradigma puede calificarnos de idealistas y supersticiosos, pero ya sin permitir que nos defina. Desde el altruismo y no desde el egoísmo, desde lo comunitario y no desde lo individualista, desde lo amoroso y no desde lo especulativo. Sin importar que tan perdida sintamos que esté la batalla, no se justica mirar para otro lado, barrer para abajo de la alfombra, convertir sentires y penas en estadísticas, seres de las herramientas más poderosas vivos en recursos. El poder está en la conciencia de lo corrupto del entorno y de cada pequeña acción que pueda mejorarlo.